El oso está instalado en el mercado de bonos del Tesoro, registrando el desplome más profundo de la historia de Estados Unidos, tras experimentar uno de los mercados alcistas de mayor duración y que llegó al pico durante el verano de 2020.
El desplome tiene perplejos a los expertos, que apunta a problemas de largo plazo pero con consecuencias reales para la política económica estadounidense, consumidores e inversores.
Si se compara con el mercado de acciones durante la crisis financiera de 2008. La caída del precio de los bonos se intensificó, mientras disparó el rendimiento del bono a 10 años a apenas décimas del 5 por ciento, alcanzando niveles observados en 2007.
Los traders tienen los ojos puestos el mercado de la deuda, por el impacto en la economía no solo de Estados Unidos, sino la global en su papel en reservas bancarias y dólar. La evolución de los bonos a 10 años no solo es un termómetro para saber el sentimiento de los inversionistas sobre la economía, además es usado como referencia para préstamos a largo plazo.
Para algunos inversionistas, con paciencia y posibilidad de operar a largo plazo, existe una oportunidad para sacar rendimiento con la garantía del Estado un momento que no se observó en décadas.
Pero ¿Qué es un bono?
Es fácil de responder, es un título de deuda, un porcentaje de un préstamo que es contraído por una empresa o estado. El precio esta basado sobre la percepción del riesgo que tiene el endeudado y se retribuyen de forma fija hasta que vence el periodo de emisión de la deuda.
Los traders pueden comprar bonos pero no de la misma forma que con las acciones. Y existe una diferencia con las acciones que es que el precio del bono, debido que se mueve en dirección contraria a la del rendimiento, fluctuando en el mercado secundario, además se alinea a las tasas vigentes.